CUANDO SE UNE EL PLACER DE LEER CON LA AYUDA A LOS DEMAS
Andrea Doman - Información General del diario La Nación del lunes 11 de febrero de 2002
Lumen, un grupo que comparte textos
· Los 40 voluntarios se encuentran con personas con problemas visuales para leerles en voz alta
· Realizan materiales didacticos y teatro leído
· Disfrutan de la tarea grupal
Entre ellos hay maestros, ingenieros, un contador: Tienen entre 90 y 19 años, y muchas obligaciones y responsabilidades. Sin embargo, los 40 voluntarios de Lumen, una organización sin fines de lucro, eligen cada semana encontrarse con personas ciegas para compartir el placer por la lectura.
"No invente nada", dice con humildad Diana del Fresno Agrest, de 49 años, fundadora del grupo, a La Nación. A esta psicopedagoga, en 1991, un replanteo profesional la llevó a poner sobre papeles la idea de leer para las personas que no puedan hacerlo por sus propios medios.
Diana eligió la lectura porque "lo que se hace con gusto, se hace mejor".
Decidió materializar el proyecto.
"lo único que pedí al director de la Casa de la Cultura de Vicente López fue que no quedara en un cajón -recuerda -. Desde esa misma tarde, la Casa siempre nos avaló".
La pequeña nota publicada en un suplemento zonal de La Nación atrajo a 25 voluntarios que acudieron al pedido de lectores para ciegos.
La tarea depende de la demanda de la institución, que se sostiene con el aporte de sus integrantes.
Hoy no es tan necesario darse a conocer, los pedidos que reciben surgen entre quienes ya conocen su trabajo.
De todos modos, puede pasar tiempo antes de que un voluntario "tenga un oyente". La coordinadora explica que "hay que animarse a pedir ayuda, que es lo que hace quien solicita un lector":
Por otra parte, hay que encontrar los perfiles adecuados para cada tarea. "Y hay mucho que hacer en Lumen, más allá de la lectura", sigue. Se refiere a la tarea de organización de catálogos, de pedidos, de voluntarios, y mucho más.
LEER EN VOZ ALTA
Hay oyentes que piden ayuda para leer por placer, incluso en idioma extranjero.
Para otros, tener un lector implica poder continuar los estudios. "Ayudo con dos compañeras a Lilian, que estudia Sociología; sus buenas notas nos llenan la vida, sigue Susana, de 64, voluntaria desde hace siete años.
David Jacinto, de 74, lee a un grupo en el centro de día de San Fernando. "Es un público muy atento, y si me equivoco, me corrigen", cuenta. Al trabajar para un grupo, hay que buscar intereses comunes. David tomó la historia de la inmigración, y abrió un espacio diferente. "Se fueron animando a contar sus historias", relata.
Uno de los orgullos del grupo es la evaluación que recibieron del Hospital Municipal de Vicente López. "consideraron que nuestra tarea mejora la calidad de vida de los pacientes, los saca de un momento triste", cuenta Diana. A lo largo de la semana, cinco voluntarios se turnan para leer a los enfermos que reciben quimioterapia.
El montaje de teatro leído es una de las actividades que les causan placer y quieren retomar: "Ensayamos, es otra oportunidad para aprender a interpretar personajes", cuenta Samuel Eisenchlos, de 78.
NO TODO ES LECTURA
"Trabajamos con personas, por eso trasciende el trabajo con la lectura", se entusiasma Bárbara Spinelli, de 19, estudiante de gastronomía. Sus compañeros de grupo asienten.
María Nieves Andrich, especialista en braille, es voluntaria de Lumen desde hace cinco años. "Colaboro con la Escuela para Ciegos 503 de Munro", explica. Su trabajo consiste en transcribir al idioma táctil: cuentos, poesías, y otros textos, y lleva al braille juegos y materiales didácticos.
A veces las necesidades superan la lectura. "Nos toca dar una mano en situaciones muy personales, que implican mucha confianza y responsabilidad", explica Diana.
De todos modos, voluntarios y oyentes reconocen que deben aprender a poner límites.
"Doy menos de lo que me entregan", reconoce emocionado David. Todos los voluntarios entrevistados manifiestan sentirse recompensados por la tarea. "Me emocioné cuando un chico de la Escuela 503 dijo: "Esa es la señora que nos lee", al escuchar mi voz en un pasillo, relata Ana Krause, de 72.
El valor que dan al trabajo grupal y al de cada compañero es muy alto. "nos reunimos para replantear lo que hacemos, hacer autocrítica, y valoramos la opinión de quienes nos escuchan", explica Diana.
"Todo es un gran esfuerzo. Vamos resolviendo las cosas sobre la marcha", dice la coordinadora. "La explosión solidaria es silenciosa, hacemos, lo vemos tan natural porque es como debería ser", explica.
Pero el placer por la lectura no explica que Susana Rossi Benedict salga de la casa de su oyente más feliz de lo que entra.
Quizás por eso Susana Villalba, de 39, se pregunta: "¿Por qué me agradecen?", cada vez que sale del hospital.
· Los 40 voluntarios se encuentran con personas con problemas visuales para leerles en voz alta
· Realizan materiales didacticos y teatro leído
· Disfrutan de la tarea grupal
Entre ellos hay maestros, ingenieros, un contador: Tienen entre 90 y 19 años, y muchas obligaciones y responsabilidades. Sin embargo, los 40 voluntarios de Lumen, una organización sin fines de lucro, eligen cada semana encontrarse con personas ciegas para compartir el placer por la lectura.
"No invente nada", dice con humildad Diana del Fresno Agrest, de 49 años, fundadora del grupo, a La Nación. A esta psicopedagoga, en 1991, un replanteo profesional la llevó a poner sobre papeles la idea de leer para las personas que no puedan hacerlo por sus propios medios.
Diana eligió la lectura porque "lo que se hace con gusto, se hace mejor".
Decidió materializar el proyecto.
"lo único que pedí al director de la Casa de la Cultura de Vicente López fue que no quedara en un cajón -recuerda -. Desde esa misma tarde, la Casa siempre nos avaló".
La pequeña nota publicada en un suplemento zonal de La Nación atrajo a 25 voluntarios que acudieron al pedido de lectores para ciegos.
La tarea depende de la demanda de la institución, que se sostiene con el aporte de sus integrantes.
Hoy no es tan necesario darse a conocer, los pedidos que reciben surgen entre quienes ya conocen su trabajo.
De todos modos, puede pasar tiempo antes de que un voluntario "tenga un oyente". La coordinadora explica que "hay que animarse a pedir ayuda, que es lo que hace quien solicita un lector":
Por otra parte, hay que encontrar los perfiles adecuados para cada tarea. "Y hay mucho que hacer en Lumen, más allá de la lectura", sigue. Se refiere a la tarea de organización de catálogos, de pedidos, de voluntarios, y mucho más.
LEER EN VOZ ALTA
Hay oyentes que piden ayuda para leer por placer, incluso en idioma extranjero.
Para otros, tener un lector implica poder continuar los estudios. "Ayudo con dos compañeras a Lilian, que estudia Sociología; sus buenas notas nos llenan la vida, sigue Susana, de 64, voluntaria desde hace siete años.
David Jacinto, de 74, lee a un grupo en el centro de día de San Fernando. "Es un público muy atento, y si me equivoco, me corrigen", cuenta. Al trabajar para un grupo, hay que buscar intereses comunes. David tomó la historia de la inmigración, y abrió un espacio diferente. "Se fueron animando a contar sus historias", relata.
Uno de los orgullos del grupo es la evaluación que recibieron del Hospital Municipal de Vicente López. "consideraron que nuestra tarea mejora la calidad de vida de los pacientes, los saca de un momento triste", cuenta Diana. A lo largo de la semana, cinco voluntarios se turnan para leer a los enfermos que reciben quimioterapia.
El montaje de teatro leído es una de las actividades que les causan placer y quieren retomar: "Ensayamos, es otra oportunidad para aprender a interpretar personajes", cuenta Samuel Eisenchlos, de 78.
NO TODO ES LECTURA
"Trabajamos con personas, por eso trasciende el trabajo con la lectura", se entusiasma Bárbara Spinelli, de 19, estudiante de gastronomía. Sus compañeros de grupo asienten.
María Nieves Andrich, especialista en braille, es voluntaria de Lumen desde hace cinco años. "Colaboro con la Escuela para Ciegos 503 de Munro", explica. Su trabajo consiste en transcribir al idioma táctil: cuentos, poesías, y otros textos, y lleva al braille juegos y materiales didácticos.
A veces las necesidades superan la lectura. "Nos toca dar una mano en situaciones muy personales, que implican mucha confianza y responsabilidad", explica Diana.
De todos modos, voluntarios y oyentes reconocen que deben aprender a poner límites.
"Doy menos de lo que me entregan", reconoce emocionado David. Todos los voluntarios entrevistados manifiestan sentirse recompensados por la tarea. "Me emocioné cuando un chico de la Escuela 503 dijo: "Esa es la señora que nos lee", al escuchar mi voz en un pasillo, relata Ana Krause, de 72.
El valor que dan al trabajo grupal y al de cada compañero es muy alto. "nos reunimos para replantear lo que hacemos, hacer autocrítica, y valoramos la opinión de quienes nos escuchan", explica Diana.
"Todo es un gran esfuerzo. Vamos resolviendo las cosas sobre la marcha", dice la coordinadora. "La explosión solidaria es silenciosa, hacemos, lo vemos tan natural porque es como debería ser", explica.
Pero el placer por la lectura no explica que Susana Rossi Benedict salga de la casa de su oyente más feliz de lo que entra.
Quizás por eso Susana Villalba, de 39, se pregunta: "¿Por qué me agradecen?", cada vez que sale del hospital.