OFRECEN SU MIRADA PARA LEER
Javier Drovetto de Clarín Vicente López del jueves 3 de mayo de 2001
Son 40 voluntarios que, desde 1991 y sin cobrar un peso, asisten a personas ciegas, mayores, chicos y enfermos. La tarea se reparte en hospitales, hogares y comedores infantiles.
Los rayos del sol que entran por la ventana y se filtran por la cortina, en la esquina de Chacabuco y Alsina, en Florida, se reflejan en la mesa e iluminan dos rostros muy juntos. Son los de Lilian Vadell, de 51 años, y Débora Masovetzky, de 35. La razón por la que estas dos mujeres pasan horas en el living de la casa es tan sencilla como significativa: Lilian es ciega y Débora se convirtió, desde hace más de un año, en su intérprete del mundo. Durante las cuatro horas por semanas que pasan juntas, le lee textos de estudio, diarios, ensayos o novelas.
Lilian trata de resumir todo lo que Débora significa en su vida: "Es una amiga, una compañera, un ejemplo. Sin ella no hubiese podido seguir estudiando".
Débora es una de las 40 voluntarias y voluntarios que forman el grupo LUMEN.
Sin cobrar un peso, los miembros de esta organización leen a ciegos, ancianos y enfermos. "Lumen nació en 1991 y reúne a gente de todas las edades y profesiones", explica Diana Agrest, su fundadora y coordinadora. Así está Barbara Spinelli, de 18 años y recién egresada del secundario, la más joven del grupo. Pero también, María Taquini, que ya pasó los 80 y es traductora de braille y asistente social, una de las colaboradoras más antiguas.
"En latín lumen significa luz, intentamos llevarle un poco de luz a estas personas", continúa Débora, mamá de dos chicos y docente.
Lilian, que perdió la vista hace 14 años a causa de una diabetes, es divorciada y no tiene hijos. Vive en Villa Adelina y cursa en Martínez el CBC de la UBA para la carrera de sociología. "Para avanzar con los contenidos de las materias pedí ayuda en LUMEN. Es impagable todo lo que Débora hizo y hace por mí, cuenta Lilian que es una de las 30 personas, que en forma particular, recibe la asistencia en su casa o en la de las lectoras. El resto del trabajo de los voluntarios se distribuye en la sala de oncología del Hospital Houssay, en el geriátrico Los Tilos de Olivos, en la escuela especial Nª503 de Munro y en los comedores infantiles.
Cada reunión dura dos horas. Lilian la escucha atenta. Atrás quedó su pasado como enfermera del Cemic. Sin embargo, vive como mucha energía el presente. Además de estudiar, es presidenta de la Cooperadora del Centro de Día para Adultos Ciegos y Disminuidos Visuales, de San Fernando, en donde ella misma hizo su tratamiento de rehabilitación. "Tuve que aprender a manejarme en la calle y en mi casa. Lo mismo pasó con el estudio. Grabo las lecturas de Débora y las repaso en mi casa. Después grabo un resumen y hago una ficha técnica en braille", explica.
La lectura fue ganando un espacio muy importante en la vida de Débora. Al voluntariado, le sumó recitaciones de cuentos en lugares públicos. Su figura se asemeja a la de una lectora popular de siglos pasados. Sin embargo y como el resto de los voluntarios, tiene muy definidas las prioridades: "Primero está Lilian o cualquier otra persona que me necesite", dice.
Los rayos del sol que entran por la ventana y se filtran por la cortina, en la esquina de Chacabuco y Alsina, en Florida, se reflejan en la mesa e iluminan dos rostros muy juntos. Son los de Lilian Vadell, de 51 años, y Débora Masovetzky, de 35. La razón por la que estas dos mujeres pasan horas en el living de la casa es tan sencilla como significativa: Lilian es ciega y Débora se convirtió, desde hace más de un año, en su intérprete del mundo. Durante las cuatro horas por semanas que pasan juntas, le lee textos de estudio, diarios, ensayos o novelas.
Lilian trata de resumir todo lo que Débora significa en su vida: "Es una amiga, una compañera, un ejemplo. Sin ella no hubiese podido seguir estudiando".
Débora es una de las 40 voluntarias y voluntarios que forman el grupo LUMEN.
Sin cobrar un peso, los miembros de esta organización leen a ciegos, ancianos y enfermos. "Lumen nació en 1991 y reúne a gente de todas las edades y profesiones", explica Diana Agrest, su fundadora y coordinadora. Así está Barbara Spinelli, de 18 años y recién egresada del secundario, la más joven del grupo. Pero también, María Taquini, que ya pasó los 80 y es traductora de braille y asistente social, una de las colaboradoras más antiguas.
"En latín lumen significa luz, intentamos llevarle un poco de luz a estas personas", continúa Débora, mamá de dos chicos y docente.
Lilian, que perdió la vista hace 14 años a causa de una diabetes, es divorciada y no tiene hijos. Vive en Villa Adelina y cursa en Martínez el CBC de la UBA para la carrera de sociología. "Para avanzar con los contenidos de las materias pedí ayuda en LUMEN. Es impagable todo lo que Débora hizo y hace por mí, cuenta Lilian que es una de las 30 personas, que en forma particular, recibe la asistencia en su casa o en la de las lectoras. El resto del trabajo de los voluntarios se distribuye en la sala de oncología del Hospital Houssay, en el geriátrico Los Tilos de Olivos, en la escuela especial Nª503 de Munro y en los comedores infantiles.
Cada reunión dura dos horas. Lilian la escucha atenta. Atrás quedó su pasado como enfermera del Cemic. Sin embargo, vive como mucha energía el presente. Además de estudiar, es presidenta de la Cooperadora del Centro de Día para Adultos Ciegos y Disminuidos Visuales, de San Fernando, en donde ella misma hizo su tratamiento de rehabilitación. "Tuve que aprender a manejarme en la calle y en mi casa. Lo mismo pasó con el estudio. Grabo las lecturas de Débora y las repaso en mi casa. Después grabo un resumen y hago una ficha técnica en braille", explica.
La lectura fue ganando un espacio muy importante en la vida de Débora. Al voluntariado, le sumó recitaciones de cuentos en lugares públicos. Su figura se asemeja a la de una lectora popular de siglos pasados. Sin embargo y como el resto de los voluntarios, tiene muy definidas las prioridades: "Primero está Lilian o cualquier otra persona que me necesite", dice.